martes, 21 de octubre de 2008

REFLEXIONES A GRAN ESCALA


Debatiendo y a veces discutiendo con amigos y conocidos sobre el proyecto de ILD en Aragón, escucho argumentos favorables y desfavorables a su desarrollo y todo ello me lleva a plantearme una serie de cuestiones que me rondan por la cabeza durante días enteros. Porque a veces, en el fragor de la discusión, no te salen las palabras y no sabes muy bien como argumentar. Y porque a algunas personas se nos da mejor escribir que hablar en público. Por ello he querido plasmar aquí una serie de reflexiones, con el fin de ordenar mis propias ideas. A las personas que nos manifestamos contrarios a la instalación de Gran Scala en los Monegros, se nos dice de todo.

Cuando planteamos qué pasará después de que todo el macro complejo esté construido, nos argumentan que primero hay que dar facilidades para que compren los terrenos en esta comarca y en esta región y que luego ya se verá. Después ya se irán solucionando los problemas, dicen. Ante eso, yo solo digo una cosa. No se pueden hacer las cosas sin planificación y sin mirar al futuro. El desarrollo urbanístico del litoral Mediterráneo también se improvisó con esa política del “ya se verá” y ahí tenemos hoy los resultados: kilómetros de costas que sólo ofrecen un paisaje: kilos y kilos de hormigón y unos escasos metros de playa.

Cuando mostramos nuestra preocupación por los efectos negativos que este macro complejo aportará para Monegros y Aragón, se nos tacha de anti aragoneses. Y nada más lejos de la realidad. Si nos preocupamos y nos duele que se haga Gran Scala es precisamente porque amamos esta tierra. Porque no queremos que este proyecto sea pan para hoy y hambre para mañana. Porque hacemos balance y no nos salen las cuentas. Porque en el “haber” pueden estar muchos puestos de trabajo y muchas inversiones para el desarrollo de esta autonomía, pero en el “debe”, los costes tienen unas dimensiones altísimas y no estamos hablando sólo en términos económicos, sino también en términos sociales, medioambientales, culturales…

Cuando hablamos acerca de lo insostenible de este proyecto, nos llaman ecologistas radicales y cortos de mira. Ante esto se me ocurren dos respuestas. Primera: no hay más radicalidad que la de imponer la construcción de un complejo de ocio y juego cueste lo que cueste, negándose a escuchar opiniones contrarias, e ignorando el pensamiento de cientos de personas que tenemos otro punto de vista y que de igual manera podemos contribuir al desarrollo de esta sociedad democrática. Segunda: En pleno siglo XXI, con la amenaza del cambio climático, la evidencia de que el modelo de desarrollo social y económico de los países industrializados está afectando gravemente a los parámetros medio ambientales y han desencadenado una serie de efectos en cadena en términos globales que el planeta ya los está empezando a sufrir, con este panorama, digo, se hace necesario que exista en todas las personas una mínima conciencia ecológica, que nos ayude a tomar decisiones tan importantes como las que nos ocupa. Por lo tanto, mirar hacia el futuro, desear proyectos respetuosos con el medioambiente, querer dejar a nuestros hijos un planeta en mejores condiciones, no es propio, precisamente, de personas “cortas de mira”, sino más bien todo lo contrario.

Cuando exigimos a los poderes públicos que no tomen decisiones alocadas y que no se dejen cegar por la codicia de futuras e imaginarias recaudaciones de impuestos, se nos dice que somos tontos, que otras comunidades autónomas nos miran con envidia y desearían estar en nuestro pellejo. Ante eso, yo digo, pues tal vez seamos tontos, o tal vez no. Tonto es el que hace las cosas sin tener conocimiento de las mismas. Nosotros, los ciudadanos de a pie, no tenemos conocimiento de cuáles van a ser las medidas que van a tomar las administraciones públicas cuando el proyecto Gran Scala esté en marcha. Por eso exigimos que los entes comarcales y autonómicos redacten un anteproyecto que contemple las actuaciones que van a llevar a cabo en materia de depuración de aguas residuales, en suministro eléctrico, en gestión de residuos sólidos, en infraestructuras terrestres, en medidas que aminoren el impacto medioambiental, en la ampliación urbanística ordenada de varios municipios de la comarca, en medidas referentes a la implantación de distintos servicios sociales como hospitales, centros de salud, parques de bomberos, colegios, servicios de orden público… A mi parecer, los que dicen que sí a todo sin más contemplaciones y sin exigir nada más a la Administración están dando un cheque en blanco para que hagan las cosas como les parezca. Quizás deberíamos ser todos más prudentes. Por lo tanto, no confundamos la prudencia con la ignorancia.

Cuando reflexionamos en voz alta acerca de lo negativo que nos parece este modelo de ocio, nos dicen que somos unos retrógrados, que esto es lo que se lleva en todo el mundo, que el futuro está en ofrecer grandes centros comerciales con un gran abanico de ofertas para el ocio. Yo, ante esto digo varias cosas. En primer lugar, el tener una concepción distinta en la forma de aprovechar el tiempo libre, no significa que seamos unos antiguos. En segundo lugar, esta alternativa no es lo que se lleva en todo el mundo, tan sólo en los países del primer mundo. En tercer lugar, ¿qué tipo de futuro es el que estamos creando con la proliferación de centros comerciales, parques temáticos y casinos? ¿O acaso no nos quejamos constantemente de que la sociedad actual sólo piensa en consumir y en obtener todo sin el más mínimo esfuerzo? Evidentemente, existe libertad para que cada individuo elija sus opciones para el tiempo libre, no se trata de imponer nada a nadie. Pero desde un pensamiento en que concebimos otro modelo de vida y en cual se incluye otro modelo de ocio, no podemos por más que mostrar nuestro rechazo a que se desarrolle un proyecto en el que se incluye la construcción de más de treinta casinos, un sin fin de centros comerciales y siete parque temáticos. Nos parece a todas luces desproporcionado. Y nos parece, además, que va a contribuir todavía más a que ciertos hábitos negativos presentes en nuestra sociedad actual, se acrecienten: consumismo, materialismo, individualismo, consumo de drogas, adicción al juego, alienación personal.

En cualquier caso, la iniciativa y la inversión son privadas. Si los propietarios de terrenos quieren vender para la construcción de Gran Scala, están en su derecho. Si la mayoría de los partidos políticos en las cortes de Aragón votan a favor, tendremos que aceptarlo por más que nos pese. Pero todo ello no puede impedir que las voces críticas se dejen oír. No puede impedir, en una sociedad democrática, que las personas que no estamos a favor expresemos nuestra opinión contraria. No puede impedir que exijamos (y esto lo deberíamos hacer todos, hasta los que están a favor), que las Administraciones públicas correspondientes se queden de brazos cruzados esperando que lleguen las excavadoras de los Monegros sin haber planificado nada. Sin haber previsto tantas necesidades y problemas futuros que a buen seguro surgirán. Sin poner los medios apropiados para que las cosas se hagan bien, de forma equilibrada y sostenible.

Porque es mucho lo que está en juego, no sólo puestos de trabajo (que es importante) y recaudaciones de impuestos. Porque nosotros también amamos Aragón, y queremos que se desarrolle y se genere riqueza y que las gentes puedan vivir en sus pueblos ganándose el jornal dignamente. Pero no de cualquier manera, no a cualquier precio, no sin condiciones.

Miembro del movimiento Docentes contra Gran Scala.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Apoyo todo lo que dice este texto. Me parece que un poco de calma y de reflexión es lo que hace falta para poder opinar sobre Gran Scala. Ánimo