martes, 22 de enero de 2008

Comunicado de LMNSV a los Monegrin@s

En Monegros la sombra de un hombre es mayor que la de un árbol, escribía Antonio Beltrán sin saber que el futuro de esta tierra se acerca al “living Las Vegas”, a las luces de los casinos, hacia una transformación sin precedentes. Gran Scala ha irrumpido en nuestras vidas en una ilusión mediática, en unos miedos silenciados y en un debate inexistente. Valorar la situación y reflexionar es un derecho de todos Los Monegrinos y también es un deber de los políticos respetar el derecho a que cada persona pueda recapacitar sin los prejuicios dictados por nuestros gobernantes. Entender las circunstancias pasa por describir Los Monegros actuales y pasados, nuestras necesidades e ilusiones, nuestra despoblación y carencias pero también nuestras virtudes y nuestras riquezas. Es ahora cuando comienza el debate, el momento de ver los pros y los contras del proyecto; no se puede condenar los contra y dejarlos fuera del debate. En nuestra capacidad de razonar está el destino de nuestra tierra y de nuestra gente; en saber, independientemente de nuestras necesidades, valorar la conveniencia o no del proyecto.

Hablamos de igual a igual, de Monegrin@ a Monegrino@, sabiendo que hemos de avanzar; pero con la diferencia de ser críticos para no ver a Los Monegros muertos en una losa de nombre Gran Scala. Con la convicción de luchar por un futuro en el que nuestros hijos no tengan que marchar por el despoblamiento pero tampoco que huyan de sus pueblos transformados, sin sus gentes y sin su identidad, de ese lugar llamado: Las Vegas de Europa. Hablamos con la información que disponemos, con el análisis y la valoración, con el interés y la curiosidad de nuestro futuro. Tenemos muchas preguntas que no nos quieren responder, dudas sobre lo que han decidido que serán nuestros pueblos, incógnitas sobre la cultura del negocio del juego, su viabilidad y la dependencia económica que asumiremos si sé instala. La información sesgada nos crea incertidumbre, la especulación planea sobre nuestras cabezas advirtiéndonos de no ser tan ingenuos de apostar por las tragaperras, pues ya se sabe que la banca siempre gana.

Somos conscientes de los puestos de trabajo 65.000, del asentamiento de población, de infraestructuras que vertebran el territorio, de la diversificación de la economía etc. Hemos visto repetir los datos una y otra vez, lo maravilloso que son los campos de golf, los casinos y los parques temáticos. Todo para el disfrute de la sociedad del consumo: 25.000.000 de turistas anuales, en un mudo de crisis del petróleo y valores educativos, en crisis por la amenaza del cambio climático y que despierta hacia la sostenibilidad como única forma de desarrollo posible. Somos conscientes de ver los problemas para no cometer errores, de cuestionar la precariedad de los trabajos, de no llamar asentamiento a una gran implantación de población, de pensar que una autovía no vertebra si solo se plantea entre Gran Scala y el aeropuerto de Huesca.

Somos conscientes de que nuestra tierra se merece mayor respeto que la ignorancia de los que la desprestigian; valoramos nuestra estepa, nuestros montes y creemos en su potencial. Como decía Joaquín Costa “Al atacar con el hacha las encinas/ abrieron honda brecha en el patrimonio de sus hijos/ y expulsaron a sus nietos del hogar paterno”. Nuestra tierra merece su lugar en las nuevas políticas de desarrollo sostenible del medio rural, una verdadera planificación de desarrollo para todos los pueblos y habitantes, una dignidad en sus servicios y necesidades no chantajeadas al servicio de Gran Scala. No podemos vender nuestro futuro a unas empresas sin financiación, que legislen Aragón las empresas e hipotequen nuestros impuestos; empresas de dudosa viabilidad económica en Estados Unidos, que crean inestabilidad por su asociación al mundo de la corrupción y la especulación.

Es como un grito ¿desesperado? Al aire que yo quiero

imaginar lanzado no lejos de algún desierto de la tierra

Americana que lo acogió, el de Mojave, a lo mejor, o el de

Arizona, que le debían recordar, quizás, a sus Monegros.

Ramón J. Sender, Lamentaciones de Monegros (1925)


“Los Monegros is not Las Vegas”, ni Arizona, ni el desierto de Nevada; Los Monegros ahora es el futuro que decidamos. Siguiendo la herencia de uno de los maestros de la dialéctica como fue Gaspar Lax y conociendo la intransigencia que sufrió Servet en una sociedad que no aceptaba el debate, continuaremos por el difícil camino de plantear nuestras dudas y nuestras incógnitas; debatiendo, participando en nuestro futuro y expresando nuestro No a Gran Scala.

La sabina

implora la distancia

como si de unas manos inocentes

se tratara.

De pie

reclama vida

aun a costa

de dejarse tumbar sobre la espalda.

José Antonio Labordeta, Monegros (1994)

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