martes, 18 de agosto de 2009

“Soy el consejero de Gran Scala”


Otro verano más, ya es el segundo y parece que aún va para largo el asunto de Gran Scala. Un verano de ausencia de noticias, de descanso y relajación para los que nos oponemos a la indescriptible e indefinible idea de Gran Scala. Y verdad sea dicha que bien nos merecemos un descanso, alejarnos de lo que desde un principio fue considerado la “Gran Stafa”, un torbellino de mareantes despropósitos, de alocadas y viscerales defensas de los casinos, del no al debate porque los que se quejan son los anti-todo, los que hay que estigmatizar y anular, e impedir, por todos los medios, que lleguen a crear el debido y lógico debate.


Pasado el tiempo ya podemos ir mirando atrás, observar el rancio proceso de degradación del planteamiento inicial, un devenir de escándalos e incumplimientos, que en nuestro particular entendimiento, una sociedad desarrollada no debería de haber permitido.


Nos han multado por decir “No a Gran Scala” en las calles de Fraga, absurdamente nos han vuelto a recordar tiempos de falta de libertad de expresión, cuando era más fácil dejarnos humanamente hablar en nuestra ex–presunta permitida democracia. Y también, últimamente, hemos visto la aprobación de una nueva ley de centros de ocio de alta capacidad, para proyectos inmensos de más de 2000 hectáreas, una ley que los políticos han defendido sin tan siquiera querer despejar las serias dudas sobre su inconstitucionalidad. Una ley que viene a permitir una legislación muy particular y para unos intereses privados en un determinado lugar de Aragón al que podríamos llamar “Cantón de Gran Scala”. Adquieren los terrenos abonando un 4% del valor y ya tienen la ley, y ahora se recalificaran los terrenos multiplicándose su valor para vender a quien aparezca, después ya veremos. Para quien no quiere vender la solución es la expropiación, pero la actual sentencia por las expropiaciones en Motorland no deja en buen lugar a nuestra (la de todos/as ciudadanos/as) administración de la DGA.


En verano las delirantes elucubraciones en torno a Gran Scala son especialmente sofocantes para quienes vivimos tanto en Los Monegros como en el Bajo Cinca. Divagamos bajo un sol abrasador, pretendiendo comprender qué esconden en el turbulento camino que han emprendido, juegan con nuestro futuro, sin saber a dónde quieren llegar con su espectáculo de Gran Scala.


La respuesta queda para el futuro, la iremos viendo, atentos al cantón, a unas dos mil hectáreas de terrenos dispuestas a unos presuntos intermediarios con la potestad de vender las tierras y condicionar inevitablemente el destino de quienes habitamos aquí. Gran Scala es tan inexistente que sólo parece una excusa, una mentira tan grande que no se puede negar, pero es una idea tan vacía que hace temer un impredecible y detestable final.


Mejor no pensar en el cantón, ni recordar motores milagrosos, no agobiarme con la imagen de “Las Vegas de Europa”, mejor relajarme y refrescarme, leer un poco, quizás “La crónica de Monegros”. Es un periódico que edita la comarca de los Monegros, noticias y fiestas, ¡y hasta un apartado de economía!, me relajo, comienzo a leer y me quedo estupefacto por el titular: “Soy el consejero de Gran Scala”. Lo dijo Arturo Aliaga en el foro de la nueva economía, uff!!, qué calor, mejor aprovechar el verano que el otoño viene caliente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo unico rancio aqui es vuestra actitud Stalinista, y vuestra "perrencha" porque si a los casinos... Pero a caso se obliga a la gente a ir? Critico yo las iglesias, los parques naturales, los mercados, o la casa del pueblo? Que autoridad moral tienen ustedes para decirnos donde podemos y donde no podemos ir?Y ustedes se quejan de que no tienen libertad de expresion, sin embargo demonizan los casinos como si fueran la casa de satanas y sin tener en cuenta nada ni nadie, solo vuestros prejuicios co mo si estuvierais por encima del bien y del mal, con un autoritarismo y una posesion de la verdad que os hace creer que vuestra causa y argumentos estan por encima de la democracia y de sus representantes. Lamentable