Las cataratas de Niágara reciben 14 millones, la catedral de Nôtre-Dame de París unos 12 millones, casi unos siete la torre Eiffel y 10 millones de turistas la gran muralla China. Para Gran Scala alegremente (por emplear adjetivo alguno) dicen que atraerá 25 millones de turistas. El turismo en si es una actividad, es la acción de viajar respondiendo a diferentes aspectos que van de lo cultural al ocio. Matizamos desde LMNSV que el ocio se ha de entender de acuerdo a la carta del ocio “World Leisure and Recreation Association (WLRA)” y no consideramos a la oferta planteada por ILD como ocio.
Gran Scala pretende un turismo de masas, un turismo menos exigente, especializado y convencional. Se caracteriza por ser impredecible y vulnerable. Alejado de un turismo responsable, en sus antípodas. Gran Scala es un proyecto que no busca demanda sino que crea una demanda, un conjunto de casinos que rodean completamente unos parques temáticos. Unos parques irresponsables con los valores educativos que se imparten en nuestras aulas, casinos que generan problemáticas sociales muy graves, espionaje cuando el mundo necesita paz y agua como ejemplo de insostenibilidad en Los Monegros; que le dicen desierto aunque es una maravillosa estepa. Si el modelo turístico no respeta el entorno el turista tampoco lo respetará. Para llevar a cabo un turismo responsable la sociedad civil a de tomar conciencia, sensibilizarse y reclamar su responsabilidad.
Nuestro gobierno favorece al capital internacional en detrimento de la sociedad, de la participación y la implicación en la gestión del territorio, por parte de la población, en la responsabilidad de participar en nuestro entramado social y en defender la sostenibilidad de nuestros ecosistemas.
La introducción de un modelo como Gran Scala en Los Monegros derivaría unas consecuencias por una nueva realidad sociocultural, a la que obligaría a adaptarse con sus conllevados conflictos sociológicos y sociales.
La sostenibilidad, que es asunto de muchas definiciones, en palabras del antropólogo de
El aeropuerto de Palma de Mallorca contó con 23 millones de pasajeros y Madrid-Barajas 52 millones en el 2007. El aeropuerto de Zaragoza pasaron 521.184 pasajeros en el 2007, pocos comparados con los 40 millones que parecen decir por decir.
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